Hoy os traemos la entrevista realizada por Don Antonio Sanz, fundador de Inpro,
con motivo de la celebración del 50 aniversario de la empresa.
Don Antonio Sanz, fundador del Grupo Inpro, nos cuenta cómo fueron los inicios, en qué se ha basado para mantener el nivel de calidad todo estos años y qué valores ha transmitido a su familia y empleados para que la compañía haya sido capaz de cumplir medio siglo en pleno crecimiento a nivel local e internacional.
Antonio nació en Jadraque, un pueblo de Guadalajara, justo cuando acabó la guerra civil y tuvo siete hermanos. Su padre era guardia civil, su madre ama de casa y en su familia no había ninguna experiencia previa a la hora de emprender o crear empresas.
“En el año 1949 nuestro padre decidió mudarse a Madrid porque era consciente de que ninguno de sus hijos iba a tener futuro en el lugar donde vivíamos. Y fue allí donde con 14 años empecé a realizar un curso y unas prácticas en la Escuela de Artes Gráficas que había en la Fábrica de la Moneda. Ganaba 155 pesetas al mes”.
Para poder evolucionar dentro de la Fábrica de la Moneda, le exigían tener una preparación universitaria así que decidió cursar la carrera de Ingeniería Técnica a la vez que continuaba con su trabajo.
“Fueron años de mucho esfuerzo porque tuve que compaginar ambas cosas, pero conseguí el título de Ingeniero y eso me dio la oportunidad de contar con una formación que en algún momento podría convertirse en una ventaja empresarial”.
Fernando, uno de los hermanos de Antonio, trabajaba en un almacén que suministraba materiales para instaladores de calefacción, y le dio la oportunidad de conocer a los que más tarde se convertirían en su socio alemán: la compañía Simka.
“Con 30 años ya empezaba a tener claro que me interesaba el mundo del emprendimiento y creía que el mercado de las instalaciones de calefacción con combustibles líquidos necesitaba un avance tecnológico. Por eso decidimos asociarnos con Simka y comprar el 25% de sus acciones. Ellos tenían ya la marca y varios productos, y nosotros contábamos con la idea y la ilusión de mejorarlos”.
Tras analizar el modelo de negocio de Simka, sus recursos y la rentabilidad, hablaron con el dueño para proponerle un cambio en su modelo de producción. Y en 1992, tras comprobar que los fundadores de Simka no veían futuro a la empresa, decidió comprar el 100% de las acciones de la compañía y repartirlas entre sus hermanos. Para Antonio la familia siempre ha sido un eje principal, tanto a nivel personal como profesional.
“Nos dimos cuenta de que el nivel de inversión que se estaba realizando en producción no tenía sentido. Se fabricaban muchas más piezas de las que eran necesarias, lo que generaba un coste extra y un nivel de contaminación inaceptable. Así que decidimos externalizar todas aquellas fases del proceso de fabricación en las que nosotros no podíamos aportar valor. En las instalaciones de Inpro casi no hay máquinas. Es un modelo de negocio que implantamos desde el principio y que aún sigue vigente”.
En 1975, los sistemas de producción de calor para calefacción y agua caliente sanitaria eran de carbón, de gas o de leña. Tiempo más tarde, y con el objetivo de optimizar el uso de los recursos, se empezó a usar el fuel ligero. Pero las chimeneas se ponían negras y en Madrid se decidió eliminar el uso del fuel ligero y sustituirlo por gasóleo para evitar también un mayor grado de contaminación. En este momento Inpro ya estaba trabajando en una solución mejorada para los sistemas de alimentación automática de los quemadores en instalaciones técnicas.
“Vimos la oportunidad y nos fuimos a presentar nuestro equipo a la Asociación de Instaladores de España, y su presidente comprendió la calidad de nuestra oferta y decidió contar con él en una instalación en Bilbao”.
Tras este primer pedido, la demanda creció exponencialmente y tuvieron que ampliar la plantilla para hacer turnos y poder cubrir todos los pedidos que llegaban.
“Fue un golpe de suerte, pero había que estar ahí con el producto adecuado”, comenta Sanz.
Años más tarde se prohibió el uso del fuel ligero en toda España con lo que la presencia de la marca y el número de pedidos no pararon de crecer. En esta época de apogeo, el mercado español se les quedaba pequeño y empezaron a utilizar la red de contactos de su socio alemán para ir creciendo en otros mercados (como Inglaterra, Francia o EE.UU.).
Actualmente, los equipos de Inpro han sido instalados en más de 15 aeropuertos, más de 30 hospitales en España y otros países, así como en centros de protección de datos, edificios públicos y de oficinas, o instalaciones industriales. Además, ha colaborado para marcas y entidades de la talla de Telefónica, Aena, Inditex, Hospital 12 de Octubre, Jardín Botánico en Omán, Orange en Senegal, Huawei en Camerún, y los aeropuertos de Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca. Actualmente, la compañía tiene más de 50.000 instalaciones en funcionamiento y trabaja con más 2.000 distribuidores en 30 países
“Me gusta definir Inpro como una fábrica de automatismos para instalaciones térmicas. Nuestro éxito está basado en proporcionar productos de calidad y un buen servicio postventa y de atención al cliente. Durante los años 50 de existencia de la marca, he intentado transmitir esos valores y principios a todos los empleados. Pero no solo de cara a los clientes, sino también de cara a nuestros distribuidores. Siempre hemos confiado en ellos dentro de nuestra estrategia comercial”.
La compañía está liderada ahora mismo por Cristina Sanz, una de las hijas de Antonio, y varios miembros de la familia forman parte de la plantilla en distintos niveles. A todos ellos, Antonio siempre ha intentado inculcar los valores que han conseguido que la compañía haya perdurado en el tiempo; profesionalidad, producto de calidad, seriedad y transparencia; y todo ello con un toque de buen humor.
“Aunque me cueste dinero, cumplo”, comenta Don Antonio como una de sus frases más conocidas y repetidas durante su carrera profesional.
En nombre de Inpro y de su fundador: muchas gracias a todos nuestros socios, clientes y distribuidores por hacernos sentir tan orgullosos de ser parte de este proyecto tan maduro y joven a la vez. Nos quedan por delante, como mínimo, otros 50 años.